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“Bájele de huevos, güerita", me decían los guachos; historia de una traficante 2da Parte



Segunda Parte. Este fragmento habla de la historia de una mujer aprendió a cocinar drogas sintéticas. Comenzó a trabajar desde los 14 años. “Mira, güerita, te voy a dar chanza de que me digas cuánto tienes porque me acaban de pagar tanto por llevarte al aeropuerto a que te peguen tus madrazos”



Cómo te iniciaste en la vida alegre?

Me tuve que salir de la prepa porque un maestro me quería coger y yo no quería. Ya me había cogido a otros profes por gusto, pero a ese cabrón no me dieron ganas, por mañoso. Entonces el vato de la cocina en San Luis, me puso una casa de citas para que yo la manejara. Y otra pinchi vieja ardida me puso dedo y me cayó la PGR. Los madrearon a todos, a las muchachas y a los guardias de seguridad, menos a mí, porque uno de los policías era mi amigo y me reconoció. Y como me dejaron ir sin hacerme nada, tuve problemas, porque pensaron que yo estaba jugando chueco. Me andaban buscando para matarme y lo que hice fue esconderme, dejé las ventas un tiempo y pues de algo tenía que sobrevivir. Me metí de teibolera en un antro donde yo sabía que no iban a ir a buscar. Ya estando ahí, se me hizo fácil entrar a lo otro. Ahora que la cosa está calmada, pues todo bien, el ochenta por ciento de mi clientes son mis clientes para las dos cosas.

A Vanessa ya le han puesto dedo varias veces; siempre ha salido bien librada.

¿Le dijiste a alguien de la escuela que el maestro te acosaba?

Yo estaba bien verde y no supe cómo manejarlo, y también me daba un chingo de vergüenza, no quería quedar como la puta. Es que yo ya tenía mi fama, ¿me explico? Yo de todos modos iba a quedar mal. Y ese puto me amenazaba, me decía que si quería pasar le tenía que dar el culo, y me humillaba delante de todos. Ese culero me puso un putero de trabas, yo quería terminar y hacer el examen para la Normal, estudiar para maestra de educación especial. Las ventas eran para sobrevivir. Pero cuando ese cabrón me chingó, pues imagínate, sí me agüité, así de “no, pues siempre sí voy a ser puta”. Ese güey me pone topes. Ahorita está arriba, tiene un puesto desde el que puede seguir poniéndome trabas. Porque me odia, el culero. La escuela se quedó con todos mis papeles, y la neta todo está bien fresco, fue hace tres o cuatro años. Y a mí lo que me da hueva es que si yo le doy pelea y lo acuso, pues ahora sí ya soy una puta que anda en chingaderas, y nadie me va a creer nada. Y no tengo tiempo de andar en cosas. Tampoco estoy pendeja y sé que conozco gente en muchos niveles pero no quiero guerra. Todo esto te desgasta. Te acaba. ¿Esta pinchi vida y con culeros de enemigos? Toda la gente que me rodea consume y yo les vendo a todos, desde mi mamá hasta el dueño del bar.

¿Eres dealer de tu mamá?

Sí, también trabaja aquí en el bar conmigo. Lo que pasa es que mi mamá duró doce años consumiendo y la metí a un centro, yo le daba dinero a mi hermana mayor para pagar las mensualidades, pero mi hermana me chingó, y a mi amá la sacaron por falta de pago. Y cuando salió, pues tenía que trabajar, yo no la podía mantener porque ya mantengo a mi hermano, y pues me la traje conmigo a fichar.

¿Cuántos años tiene tu hermano?

Once, está en la secundaria. Para mí él es lo más importante. Yo mantengo mi casa desde los quince años porque mis papás no estaban en condiciones. Mi mamá usaba y mi papá se había ido porque ella andaba con otro. Yo no me puedo quejar de la infancia que tuve, de la vida que llevé hasta como los ocho o nueve años. A mi hermana mayor y a mí nos mantenía un tío.

De todo a todo. Siempre nos echó la mano. Pero mi amá cae en el cristal y se consigue una pareja. Ese cabrón abusaba de mí. Yo tenía diez años. Cuando le dije a mi mamá, como estaba drogada, reaccionó violenta y me rompió la nariz. A mi hermana mayor ya la había corrido. Y mi tío es el que nos cuida, pero cuando cumplo los catorce, se muere de cáncer y se acaba todo. Nos quedamos en la calle. De tener todo a no tener nada. Y se dio que conocí al macizo y pues me tuve que poner a hacer algo.

¿Qué pasó con el novio de tu mamá?

Ese cabrón era pedófilo. Hacía películas pornográficas con niños. A mí me llevó a su casa muchas veces. Y ya con el novio que tuve, con el que empecé en esta madre, lo mandé a putear. Lo embolsaron y todo. Pero el culero no se murió. Sigue por ahí, pero así pudriéndose. Mejor. Que esté vivo y que tenga vida de perro. Todas esas mamadas de los traumas son de verdad, güey, después de él, cada vez que me cogía a un cabrón me imaginaba que era ese marrano. Me hacía sentir que yo estaba mal. Que lo que me hacía yo me lo merecía.

Y luego cuando lo dije y mi mamá se puso de su lado, prefiriendo una v*rga y dándome de putazos, pues sí, yo creía que la que estaba mal era yo. Mi amá fue bien culera pero ya lo perdoné. Nos agarramos a chingadazos.




¿Cómo sucedió?

Cuando tenía trece le metí la peor putiza. Tres veces nos hemos agarrado, pero esa fue la peor. Es que una navidad, mi amá fue y llevó al culero ese a la casa de mi abuela, y el pendejo en cuanto pudo aprovechó para querer meterme mano, y yo en vez de ir sobre él, me le eché encima a mi mamá, por haberlo llevado ahí donde se suponía que yo estaba a salvo, ¿me entiendes? Otra fue que, cuando apenas le había dicho lo que pasaba, antes de que mi tío me llevara, ella estaba bien celosa, no mames, celosa de una morrilla que no sabía ni qué pedo, ni lo que le hacían.

Yo estaba barriendo y ella me quiso jalar el pelo, y yo agarré la escoba y le di con todas mis fuerzas, a palazos, y me encerré y la dejé afuera de la casa hasta que se calmó. Mi amá nomás estaba valiendo v*rga, la verdad. Yo por eso decía “no mames, nunca voy a usar drogas”. A ella la droga la dañó tanto que vive en un mundo en el que ya ella nomás sabe qué pedo. Yo no quería estar como ella. Pero pues, ya ves.

En una ocasión tuvo que bajar droga hasta Caborca, Sonora.

¿Cuánto llevas usando tu producto?

Y sí es mi producto, eh, a mí lo que más me gusta es lo que cocino yo. Fumando ice llevo dos años. Pero fumando diario. Nunca me ha pegado malilla, yo no sé qué es eso porque nunca dejo de consumir. Consumo más o menos medio gramo al día, a veces poquito más, pero esa es como mi medida, para andar bien sin pasarme de lanza. Desde morrilla he usado coca y he pistiado, pero eso nunca lo consideré una adicción. O sea, yo controlaba mi consumo. Pero con el ice es diferente. Esta madre te pone bien loco. Y bien caliente [risas]. ¿Nunca has cogido después de fumar?

[Risas] Me han contado que se aguanta mucho.
[Más risas] A los vatos se les pone bien dura, y una como morra también se pone bien acá. Pero ya mucho, sí se piratea la gente. Le entras a todo.

¿Qué es todo?

Pues de todo, hombres, mujeres, de a varios. A mí sí me gustan las morras. O sea, lo mío, lo mío es la v*rga, esa no la cambio. Pero la mujer es como mi fantasía, me pone bien. Desde morrilla, en la secu y en la prepa, jugábamos a la botella y típico que “dale beso a fulana”, y muchas veces me tocó besar a morras, y pues desde ahí me gustó. Pero es que una como mujer sabe qué le gusta y cómo, conoces tu cuerpo y entonces es más fácil pasarla bien, y pues, se goza diferente.

Es más, he pagado por morras. Una vez, cuando era teibolera, me engrané con una que trabajaba conmigo, estaba bien buena, nomás quería estar metiéndole mano. Yo bailaba con un chingo de ganas y le bajaba dinero a los vatos para dárselo a ella, ya ves cómo son las putas [risas].

Como fichera te he visto soportar a muchos tipos enfadosos, sobre todo mayores.

Sí, hay un chingo de piratones, de todo. Una vez un culero se obsesionó conmigo y la neta sí me dio miedo. Me seguía a mi casa, a todas partes. Yo nomás de verlo nunca me quise ir con él. Pero una vez me agarró en un after, en un baño que no cerraba, yo estaba sentada meando y de las greñas me estrelló la cabeza en la pared y me arrancó la ropa, sacó la cartera y aventó un chingo de billetes, así de “ahí está tu dinero, pinchi perra”, y ya estaba listo para metérmela a la mala, cuando me quité un zapato y mocos, le encajé el tacón de cachete a cachete.

También tengo un chingo de clientes políticos. Son los que más y mejor consumen, y los más maniacos a la hora del sexo. Les gusta que los chiquitees, que les metas chingaderas por el culo mientras les jalas los huevos, cosas así. Una vez un cabrón que siempre andaba bien cocaíno casi me arranca un pezón. Yo todavía era teibolera, y el vato se pasó de v*rgas; yo no sabía por qué las otras morras no se le acercaban. Me invitó a su mesa y en cuanto me descuidé, se me prendió de una teta, yo me puse a gritar y los guardias se le echaron encima pero no me soltaba.

Cuando se lo llevaron, me metí unas rayotas de coca y yo con la chichi sangrando fui a romperle todas las ventanas del carro. El pendejo gritaba que me iba a matar, y yo: “Pues haz fila, porque llevo siete atrás”. Pero lo más cabrón que me ha pasado es lo de Caborca.

¿Qué pasó en Caborca?

Había una mala racha. Lo normal es que la droga suba acá y cruce a California, no que baje a Sonora, pero el dueño de la plaza de Caborca, era muy importante, vivía en Puerto Lobo, a unas horas, y me pidió carga. Junté a unas morras para ir de muleras. Armamos las pepas y nos las metimos. Cada pepa es más o menos un ocho [es la medida común para los narcomenudistas, pesa entre ocho y diez gramos], yo llevaba quince pepas en la vagina, porque la manejo bien, tú sabes.

Otras morras se las tragaron para cagarlas cuando llegáramos. Supuestamente teníamos que pasar desapercibidas, pero imagínate, puras pinchis putas teiboleras, chichonas, nalgonas, entaconadas y con pelazo. Pues ahí te voy, Caborca es bien chiquito y estaba bien caliente el pedo; pues en chinga se corrió la voz de que había unas fuereñas. Cuando salimos a Puerto Lobo había un retén del ejército esperándonos en la carretera. Traían ese pinchi aparatito que servía para detectar drogas, según ellos, y que nos paran.

Yo no sé si sirve o no sirve, pero nosotros íbamos bien cargadas y además bien locas. Pusieron a las morras de rodillas, y a mí me querían quitar el celular con todos los mensajes de “ahí te caigo fulanito, con el encargo y hasta con viejas”, y yo no lo quería soltar, y el guacho me lo jaloneó y me dice: “Bájele de huevos, güerita, porque aquí usted nomás va a ser otra güerita que se perdió”.

Pero en el desmadre, cuando me jaló el teléfono, se marcó el número del macizo de Puerto Lobo, y el güey escuchó el cagadero y mandó a su gente por nosotros. Pero nosotras sin saber, estábamos bien paniqueadas, porque nos iban a sacar la merca y encima nos iban a coger y hasta enterrar ahí, a huevo.

Pues que llegan los cabrones del jefe y no dejan ni un solo guacho. Salió en las noticias y todo, hace algunos años, una matazón de guachos en la carretera de Caborca. Te digo, fue puritita suerte que se haya marcado el teléfono, un pinchi accidente. Yo sí le pongo su vela a la única que tenemos segura, la neta, La Santa Muerte.


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