El Ave Fenix del narco
La solución del grave problema de seguridad que enfrenta el país, pasa necesariamente, por el saneamiento de la política.
Hemos visto caer a las principales cabezas del narcotráfico: Osiel Cárdenas, Arturo Beltrán Leyva, Ignacio Coronel, el “Chapo Guzmán”, el “Chango” Méndez, Nazario Moreno, Enrique Plancarte, “La Tuta”, pero de inmediato han surgido sus relevos. Los grandes cárteles han sido golpeados, pero se atomizaron para dar origen a otros grupos más pequeños que se multiplican: los “Rojos”, los “Viagra”, el “H3”, “Guerreros Unidos”, la “Resistencia”.
Detenido Servando Gómez Martínez, Michoacán dejó de ser el foco de atención nacional, pero surgió la demostración de fuerza de “El Mencho” con acciones de intensa violencia que paralizaron la vida de Jalisco, un estado de la República que se convirtió en el nuevo escenario de la confrontación entre un grupo delictivo y el gobierno mexicano.
El Cártel de Jalisco Nueva Generación ganó la primera batalla; la sorpresa y el desconcierto evidenciaron que la coordinación entre los gobiernos es un postulado que en los hechos no aterriza y que el cambio de nombre de las policías por eufemismos como “Fuerza Ciudadana” o “Fuerza Única” es retórica vil. Coordinación es tema de discursos y actos protocolarios más no realidad que conjunte los esfuerzos de los tres niveles de gobierno: municipios, estados y federación. En el vacío quedaron las palabras del gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, luego de que fue asesinado el diputado federal Gabriel Gómez Michel —ex presidente Municipal de El Grullo, lugar en el que tenía asentada su residencia Nemesio Oseguera—, en octubre de 2014 cuando presumió una estrecha cooperación con el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
Coordinación es lo que no existe entre el Ejecutivo Federal y el Congreso cuando de seguridad y combate a la delincuencia se trata. Los compromisos contenidos en el Pacto por México en materia de seguridad, no se concretaron y el decálogo que dio a conocer el presidente de la República, Enrique Peña Nieto en noviembre de 2014 tampoco, duermen el sueño de los justos en el cajón de los pendientes del poder legislativo, como si hubiera intereses que bloquean avances que se pudieran dar en la materia.
Coordinación sí fue lo que caracterizó las acciones muy sincronizadas de los delincuentes. La infiltración de las policías y las complicidades con quienes pudieron recibir financiamiento ilegal en sus campañas les habrían permitido actuar con la eficacia que lo hicieron al iniciar el mes de mayo; desatar de manera simultánea bloqueos y ataques a comercios, bancos y gasolineras en diferentes puntos sólo es posible si hay complicidades de la autoridad o de los cuerpos de seguridad, como ocurrió en Michoacán.
El gobierno federal se vio enredado por el ocultamiento de la verdad. La versión oficial del aterrizaje forzoso de un helicóptero militar, fue en realidad el derribo del aparato —equipado con la más alta tecnología—, por parte de los integrantes del Cartel de Jalisco Nueva Generación que poseen sofisticado armamento; los tres muertos manejados en un principio por la autoridad pasaron a ser ocho. Las imágenes de la aeronave indican no un daño menor, como se quiso hacer creer, sino siniestro total de la aeronave.
La presencia del narcotráfico no es algo nuevo en Jalisco, desde fines de los años setenta del siglo XX, la vecina entidad se convirtió en asiento de los principales capos del narcotráfico como Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, en aquel tiempo, subordinados a las directrices que les imponía la Dirección Federal de Seguridad. A la caída de Caro Quintero y “don Neto” como consecuencia del asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, los sinaloenses siguieron dominando la plaza a través de Félix Gallardo, a quien Carlos Salinas metió a la cárcel en 1989; dominaron entonces los Arellano Felix quienes disputaron la plaza al “Chapo” Guzmán, que al final se impuso, hasta su aprehensión en febrero de 2014. “Nacho” Coronel —parte del grupo de “El Chapo”, abatido en 2010—, estableció una alianza con un cártel surgido en Michoacán.
Los restos del cártel de “Los Valencia”, se fueron a Jalisco, expulsados por “La Familia Michoacana”, allá se reconstituyeron y fortalecieron. Aprendieron las mismas técnicas del Cártel del Golfo, reclutar militares de élite; copiaron el modo de accionar de sus enemigos de “La Familia”: cooptar policías, financiar campañas políticas, colocar en los mandos policíacos a personeros de su absoluta confianza como contra-prestación por su apoyo económico.
La solución del grave problema de seguridad que enfrenta el país, pasa necesariamente, por el saneamiento de la política. Como ocurrió en Michoacán, el crimen organizado se potenció en el momento en que las necesidades de dinero de los políticos abrieron la puerta para el control de las policías municipales y de la estatal, como contraprestación por los recursos invertidos por la delincuencia. Los mecanismos de revisión de gastos de campaña son ineficientes, no se expiden facturas por la compra de votos.
Hemos visto caer a las principales cabezas del narcotráfico: Osiel Cárdenas, Arturo Beltrán Leyva, Ignacio Coronel, el “Chapo Guzmán”, el “Chango” Méndez, Nazario Moreno, Enrique Plancarte, “La Tuta”, pero de inmediato han surgido sus relevos. Los grandes cárteles han sido golpeados, pero se atomizaron para dar origen a otros grupos más pequeños que se multiplican: los “Rojos”, los “Viagra”, el “H3”, “Guerreros Unidos”, la “Resistencia”.
Detenido Servando Gómez Martínez, Michoacán dejó de ser el foco de atención nacional, pero surgió la demostración de fuerza de “El Mencho” con acciones de intensa violencia que paralizaron la vida de Jalisco, un estado de la República que se convirtió en el nuevo escenario de la confrontación entre un grupo delictivo y el gobierno mexicano.
El Cártel de Jalisco Nueva Generación ganó la primera batalla; la sorpresa y el desconcierto evidenciaron que la coordinación entre los gobiernos es un postulado que en los hechos no aterriza y que el cambio de nombre de las policías por eufemismos como “Fuerza Ciudadana” o “Fuerza Única” es retórica vil. Coordinación es tema de discursos y actos protocolarios más no realidad que conjunte los esfuerzos de los tres niveles de gobierno: municipios, estados y federación. En el vacío quedaron las palabras del gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, luego de que fue asesinado el diputado federal Gabriel Gómez Michel —ex presidente Municipal de El Grullo, lugar en el que tenía asentada su residencia Nemesio Oseguera—, en octubre de 2014 cuando presumió una estrecha cooperación con el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
Coordinación es lo que no existe entre el Ejecutivo Federal y el Congreso cuando de seguridad y combate a la delincuencia se trata. Los compromisos contenidos en el Pacto por México en materia de seguridad, no se concretaron y el decálogo que dio a conocer el presidente de la República, Enrique Peña Nieto en noviembre de 2014 tampoco, duermen el sueño de los justos en el cajón de los pendientes del poder legislativo, como si hubiera intereses que bloquean avances que se pudieran dar en la materia.
Coordinación sí fue lo que caracterizó las acciones muy sincronizadas de los delincuentes. La infiltración de las policías y las complicidades con quienes pudieron recibir financiamiento ilegal en sus campañas les habrían permitido actuar con la eficacia que lo hicieron al iniciar el mes de mayo; desatar de manera simultánea bloqueos y ataques a comercios, bancos y gasolineras en diferentes puntos sólo es posible si hay complicidades de la autoridad o de los cuerpos de seguridad, como ocurrió en Michoacán.
El gobierno federal se vio enredado por el ocultamiento de la verdad. La versión oficial del aterrizaje forzoso de un helicóptero militar, fue en realidad el derribo del aparato —equipado con la más alta tecnología—, por parte de los integrantes del Cartel de Jalisco Nueva Generación que poseen sofisticado armamento; los tres muertos manejados en un principio por la autoridad pasaron a ser ocho. Las imágenes de la aeronave indican no un daño menor, como se quiso hacer creer, sino siniestro total de la aeronave.
La presencia del narcotráfico no es algo nuevo en Jalisco, desde fines de los años setenta del siglo XX, la vecina entidad se convirtió en asiento de los principales capos del narcotráfico como Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, en aquel tiempo, subordinados a las directrices que les imponía la Dirección Federal de Seguridad. A la caída de Caro Quintero y “don Neto” como consecuencia del asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, los sinaloenses siguieron dominando la plaza a través de Félix Gallardo, a quien Carlos Salinas metió a la cárcel en 1989; dominaron entonces los Arellano Felix quienes disputaron la plaza al “Chapo” Guzmán, que al final se impuso, hasta su aprehensión en febrero de 2014. “Nacho” Coronel —parte del grupo de “El Chapo”, abatido en 2010—, estableció una alianza con un cártel surgido en Michoacán.
Los restos del cártel de “Los Valencia”, se fueron a Jalisco, expulsados por “La Familia Michoacana”, allá se reconstituyeron y fortalecieron. Aprendieron las mismas técnicas del Cártel del Golfo, reclutar militares de élite; copiaron el modo de accionar de sus enemigos de “La Familia”: cooptar policías, financiar campañas políticas, colocar en los mandos policíacos a personeros de su absoluta confianza como contra-prestación por su apoyo económico.
La solución del grave problema de seguridad que enfrenta el país, pasa necesariamente, por el saneamiento de la política. Como ocurrió en Michoacán, el crimen organizado se potenció en el momento en que las necesidades de dinero de los políticos abrieron la puerta para el control de las policías municipales y de la estatal, como contraprestación por los recursos invertidos por la delincuencia. Los mecanismos de revisión de gastos de campaña son ineficientes, no se expiden facturas por la compra de votos.
El Ave Fenix del narco
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12:03:00 AM
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