La vida de una mujer Sicaria
Como la ven con esta nota, ahora asta las mujeres metidas en esto asta donde iremos a llegar. Mujeres que dejaron una vida común para dedicarse a ser sicarias en Ciudad Juárez.
Nos han dejado solos en el patio de la prisión, y lo primero que le pregunto a Yaretzi es cuánto cobraría por matarme. Ella me mira como se mira al muerto que no es de nadie, con el rostro impasible, de retablo, y luego, con ese aire de femme fatal que a cualquiera doblegaría.
Dice: “Vales lo mismo que toda la demás gente, nada”. Parece que la chica goza herir con saña, pero aunque su voz sea suave tiene mucha autoridad. Hace unos siete años, cuando Yaretzi cumplió los dieciocho, adquirió cierta habilidad en una escuela militar: matar con pistola.
Esas manos talentosas la llevaron a conocer al narco del pueblo. Un narco que, como Dios manda, recluta a quien tenga el valor suficiente para jalar un gatillo y la imperiosa necesidad de ganarse unos dólares. Él le enseñó otros trucos, como torturar, disparar ráfagas de coche a coche, secuestrar y desaparecer a las personas. Yaretzi iría por su muertito veintiséis, pero los guachos la arrestaron por traer dos cuernos de chivo en bandolera. Por eso estamos en el patio de esta cárcel, de cuya ubicación no debo acordarme.
Esta chica de estatura corta y moral alta empezó a matar al por mayor cuando se rompió el estricto orden que había alrededor de la muerte. Porque al menos aquí en Chihuahua, la muerte llegó a tener sentido antes de que Vicente Carrillo Fuentes (Hoy capturado y preso en una carcel de máxima seguridad) se uniera a los Zetas para acabar con el Chapo Guzmán. Antes, a uno le estallaban los sesos por perder un cargamento, por chivato o por no entender que la traición y el contrabando son cosas incompartidas. La colega que me ha acompañado a la prisión dice que aquéllos sí fueron buenos tiempos. Hoy, como más tarde me lo hará saber Yaretzi, ya no importan nombres ni razones. “Los que sicariamos no necesitamos motivos”, dirá y se echará para atrás esa cabellera negra y limpia que no perdona al viento. Matar por capricho, pensaré cuando esta artista de la muerte se marche a su celda, se ha vuelto el verbo favorito del México contemporáneo y la vida únicamente es el complemento para conseguirlo.
Pero eso sucederá hasta el final.
Por lo pronto, les cuento que Yaretzi llegó al patio de la prisión conducida por una custodia que se sentía más grande que las tinieblas. “Sólo quiero saber cómo funciona tu mundo”, le dije a Yaretzi, y ella entendió que el tipo que tenía enfrente no había venido a visitarla para resolver los asesinatos. Aceptó y luego pidió una sola cosa, como si buscara la redención: “Debes escribir que creo en Dios y que estoy arrepentida”. Así será. Pero primero hay que empezar cuando ella trabajaba para el Diablo.
La vida de una mujer Sicaria
Reviewed by DETODO365
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11:46:00 PM
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